“El Héroe de las Mil Caras”, el Monomito y su aplicación a "El Señor de los Anillos"
Hace un tiempo hice esta exposición para la Facu. Pensé que podía resultarles interesante.
“El Héroe de las Mil Caras”, el Monomito y su aplicación a “El Señor de los Anillos
“El Héroe de las Mil Caras”, publicado por primera vez en 1949, es considerado como uno de los textos autoritativos en la mitología comparativa, el estudio multidisciplinario de los diversos sistemas mitológicos y sus relaciones. Su autor, Joseph Campbell, es un literato medievalista, amante de la mitología, en especial la de los nativos norteamericanos; sus principales influencias, entre las que se cuentan a los psicólogos Sigmund Freud y Carl Jung, a los literatos James Joyce Thomas Mann, y el filósofo y teósofo hindú Jiddu Krishnamurti, del cual era amigo personal. La obra de Campbell discute el tema del “mono-mito”, la estructura seminal de las varias mitologías del mundo: el viaje del héroe arquetípico.
La teoría expuesta en este volumen ha sido aplicada conscientemente a la creación cinematográfica literaria y musical, por muchos artistas, entre los que destacan George Lucas, Stanley Kubrick, diversos creativos del cine animado de Disney, posiblemente los hermanos Wachowski, Arthur C. Clarke, Bob Dylan y los miembros de la banda Grateful Dead. Sin embargo, elementos presentes en la obra, como esta misma lo anticipa, se encuentran presente en una larga serie de ficciones, desde Superman y Son Goku hasta las personas públicas (que también son personajes de ficción) de muchos políticos contemporáneos.
Campbell propone la teoría del mono-mito, estructura fundamental de los mitos humanos más importantes; en el libro, este esta definido como:
El héroe inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; el héroe regresa de su misteriosa aventura con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos.
El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado, o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión). Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares). Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del padre-creador (concordia con el padre), su propia divinización (apoteosis) o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de su desposada, robo del juego); intrínsecamente es la expansión de la conciencia y por ende del ser (iluminación, transfiguración, libertad). El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos). En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja (retorno; resurrección). El bien que trae restaura al mundo (elíxir).
El monomito, o “camino del héroe”, se repite a lo largo de la mitología, la historia y las ficciones modernas. Osiris, Gilgamesh, Heracles, Cristo, Percival, Luke Skywalker y Paul Muad’Dib, por citar algunos de los cuantiosos ejemplos posibles, pueden todos encajar en la descripción que se hace del héroe arquetípico. El nacimiento virginal, la misión de redención de sus congéneres (sobre los cuales, sin embargo, se distingue esencialmente), el emperador, guerrero y amante perfecto, son todas ideas pertenecientes al “subconsciente colectivo” de la humanidad, arquetipos base de la formación de cultura. Es clara aquí la deuda con el trabajo de Carl Jung en la obra de Campbell, algo que este hace explicito repetidas veces (así como la influencia de Joyce).
Campbell distingue diecisiete pasos o estadios, divididos en tres grandes grupos; aparte de enumerarlas, haré una comparación con la “Historia de una ida y una vuelta”, la aventura del hobbit Frodo Baggins tal como el mismo la nombra, narrada en “El Señor de los Anillos”, de J. R. R. Tolkien. Desde sus orígenes en la campechana Comarca, suerte de tierra idílica, hasta los lúgubres parajes de la tierra maldita, Mordor, el Héroe atraviesa una serie de peligros naturales y sobrenaturales con la única intención de salvar a todas las razas libres del dominio de Sauron de Mordor, el Señor de los Anillos. A pesar de haber sido escrita antes de la aparición de la obra de Campbell, “El Señor…” posee la mayor parte de los elementos destacados en ella. El mismo Campbell considera que son pocos si no inexistentes los mitos que reúnen los diecisiete pasos mencionados.
El camino del héroe comienza con la partida; en un primer momento, recibe la llamada a la aventura; esta puede venir de una fuente al parecer fortuita, por amenazas a la comunidad o a los seres amados, o por una predeterminación connatural al héroe. En el caso de Frodo, el llamado a la aventura se presenta en la forma de una herencia y una visita: el Anillo Único, último poder material de la Tierra Media, y la llegada de Gandalf, un maia (suerte de equivalente tolkieniano a un semidiós o ángel menor), a su casa. Gandalf es un mago (istari), miembro de un grupo de maiar encarnados en la tierra para guiar a elfos y a hombres. Así, con Frodo, son el legado y el sabio lo que ponen al héroe en contacto con su misión. La negación al llamado, en el caso de Frodo, es corta, aunque significativa, y se irá haciendo cada vez mas fuerte conforme transcurre su camino, pues tal es la naturaleza del Anillo Único. Es en la figura de Gandalf, así como en la herencia de armadura y espada (armas mágicas, herramientas poderosas de un pasado lejano y místico) del tio Bilbo. El encuentro con Tom Bombadil, un personaje cuyo propósito es poco claro y algunos han especulado es una presencia angelical o divina, se añade al conjunto. Una vez más, son la sabiduría superior y la tradición lo que intervienen fuertemente en el destino de Frodo, presentándose como la ayuda sobrenatural. En su camino, es atrapado por los Tumularios, guerreros y señores no-muertos malditos hace mucho tiempo; es su primera experiencia directa con un mundo sobrenatural hostil. Estos son los guardianes del umbral, entre la Comarca, el mundo conocido, y el resto de la Tierra Media, el mundo del mito y de la aventura. Pasado este punto, Frodo ha cruzado el primer umbral. El camino prosigue y es, en un momento, alcanzado por los Espectros del Anillo, agentes de Sauron. Estos logran herirlo; la naturaleza mágica del ataque afecta de forma prolongada al héroe, acercándolo a la muerte. Son las artes médicas de los elfos las que salvan su vida; lentamente se recupera. Ha sobrevivido a su bautizo de sangre y magia negra, ha sido tragado por la ballena, y ha logrado salir de su vientre indemne.
En el Concilio de Elrond, Frodo descubre más acerca del gran esquema. Su visión de la realidad se expande, un tanto brutalmente, de los confines de la Comarca a una guerra épica entre seres sobrenaturales y naturales contra las fuerzas del mal. Es aquí cuando comienza su iniciación. De entre las razas libres, son convocados los miembros de la Compañía del Anillo, dispuestos a ayudarlo en su camino a Mordor, donde ha de destruir el Anillo Único. El camino de las pruebas que sigue esta lleno de desafíos que resolver; el clima y las criaturas, los misterios antiguos y las ruinas de una civilización muerta. Uno de estos, el encuentro con el Balrog en Moria, cuestan más de lo que están dispuestos a ofrecer; Gandalf cae con el demonio en las profundidades y se le da por muerto. En Lothlórien, tierra inmaculada de elfos, donde encuentra a la Diosa, encarnada en la figura de Galadriel, reina de Lórien y portadora del anillo élfico Nenya, capaz de proteger y preservar. Y es ella también quien se le presenta como tentación femenina, de cierta manera; encandilado por su pureza y belleza (como algunos otros miembros de la Compañía), pretende dejar su misión, pero la rápida negativa lo encauza nuevamente. El viaje, penoso y heroico, prosigue; Sam y Frodo, separados ya del grupo, encuentran al detestable Smeagol, conocido como Gollum. Dificilmente se puede concebir persona más patética, ruin y decadente, a nivel físico, psicológico y espiritual. Y es a través de su figura, objeto de compasión y espejo negativo, que Frodo se reconcilia completamente con su misión, con Bilbo y de manera final con Erú Illuvatar, nombre elfico de Dios. En su destino, su tio y Dios, Frodo encuentra la reconciliación con el padre, con la figura paterna. Finalmente, en la cima del Orodruin, Frodo falla. El hobbit se proclama el Señor del Anillo, en una suerte de apoteosis oscura; solo la intervención última de Gollum lo salvaría de la oscuridad, perdiendo Frodo el dedo en el acto. El Anillo Único es destruido, y el Señor Oscuro es quebrado en su ser más íntimo. La destrucción del mal y la libertad de las tierras es la gracia última que la aventura de Frodo da al mundo.
El regreso es narrado rápidamente por Tolkien. Frodo cree morir; en la aceptación de la muerte, una buena muerte, se encuentra su negativa al regreso. La huida mágica y el rescate del mundo exterior se dan ambos en forma de las Águilas, guiadas por Gandalf. Las celebraciones y la vuelta a casa constituyen el cruce del umbral de regreso, y la posterior edición de sus memorias su posesión de dos mundo. Es gracias a este estado superior que es admitido “en cuerpo y alma” en Valinor, la Tierra Imperecedera, el equivalente tolkieniano al Edén. La libertad para vivir ha sido su regalo a la Tierra Media y a sus habitantes.
El imaginario tolkeniano es una clave judeocristiana de interpretación cosmogónica ficcional. La creación, mas o menos cercana a la narración bíblica; Dios, el mundo, los ángeles y el Logos están todos presentes en el Ainulindalë, la canción de la creación, y la procesión de la narrativa es similar. Consciente o inconscientemente, la Tierra Media es tan cristiana como la Narnia de Lewis. La Diosa Madre esta representada en tres niveles en Arwen, Galadriel y Eowyn. Esposa, madre y guerrera, la mujer no es ni mucho menos un elemento accesorio en la obra de Tolkien; Frodo no nace de una virgen; sin embargo. Tampoco es “humano” en el sentido mas puro del termino, aunque la cercanía racial entre hobbits y hombres es mucho mas cercana que entre hombres y elfos. Frodo es posiblemente uno de los mas grandes guerreros entre su raza, lo cual, a decir verdad, no es mucho decir; sin embargo, su fuerza se da en proezas sobrehumanas de voluntad. El aspecto amoroso es algo notable por su ausencia en el camino de nuestro héroe. Algunos han idealizado la admiración de Frodo por Arwen o Galadriel, y otros han querido establecer alguna suerte de relación homosexual entre él y Samwise; considero que esto es tan verosímil (o inverosímil) como pretender emparejamientos entre Jesus y María Magdalena. En la mayor parte de los casos, los mitos no suelen tener todos los elementos mencionados. Ciertamente la tentación del imperio estuvo en el corazón de Frodo más de una vez; sabían todos que era el riesgo a correr, y lo que finalmente lo hubiera perdido en caso no haber intervenido Smeagol. También su papel de redentor del mundo es bastante explicito. El cumplimiento de su misión era pivotal para la libertad de la Tierra Media y quizás de toda Arda, y es asimismo el que le proporciona la entrada a Valinor, la tierra de los Valar, los Arcángeles tolkienianos. Es el mundo reservado a los elfos y a los grandes héroes del bien; en otras palabras, a los santos. Es ahí donde Frodo entra en el infinito, en su partida final. El Silmarillion de Tolkien augura el Dagor Dagorath, la Batalla de las Batallas. Así como el mundo espiritual personal es destruido con la partida de los últimos elfos de la Tierra Media, el mundo está llamado a ser destruido en una destrucción total para luego ser renacido. Apocalipsis cristiano o Ragnarok nórdico, este fin del macrocosmos es seguido y consecuencia de la destrucción del microcosmos que son los elfos, como raza.
Ambos libros, el de Campbell y el de Tolkien, terminan de manera oblicua en la misma conclusión. Campbell augura para el héroe moderno la misión de ser el guía de una sociedad como nunca antes la ha habido, ahí donde el héroe de antaño era guiado por su civilización. El hombre es el señor de la Cuarta Edad en la obra de Tolkien. Sin elfos ni Señor Oscuro en Arda, es libre de su destino y forjador de su historia. En ambos casos, el destino del mundo esta en manos propias, en manos humanas.